
Un poco por decisión propia, para bajar expectativas, pero mucho más por la constatación empírica de los límites que la realidad y sus propios socios políticos le imponen. Sergio Massa suma una, negocia dos y recalibra tres . La ecuación cabe para políticas, nombres y proyectos.
La designación, al final del domingo, de Gabriel Rubinstein como viceministro de Economía, después de dos semanas de haber lanzado su nombre, es un ejemplo cabal de las complejidades que debe sortear.
Pero mucho mejor lo expone el tuit del flamante funcionario, que expresó un verdadero acto de contrición en busca de expiar y ser perdonado del pecado de haber denostado a los principales referentes del gobierno que ahora integrará, empezando por Cristina Kirchner y Alberto Fernández. En algo hay que ceder. Ya lo dijo Groucho Marx .
La confirmación del reconocido economista y ácido tuitero conviene mirarla así en el contexto en el que ocurre, de forma amplia.
La liberación de la vía para su llegada está precedida de una sucesión de cabinas de peaje, advertencias y concesiones instaladas por el peronismo en sociedad o coincidencia con el ultrakirchnerismo por las que se procura o se exige a Massa pasar obligatoriamente. Cada uno aporta su madero destinado a la construcción del corralito para contener al nuevo macho alfa de la manada oficialista. Ante cada solución siempre hay un problema para ofrecer .
La semana que pasó dejó en evidencia que los recortes, ajustes o “redistribución” (elijan ustedes su definición o eufemismo preferido) que tiene que hacer la flamante gestión económica no admiten cirugía mayor, a pesar de la gravedad y la urgencia de la situación. Caso por caso, porción por porción. Es el mandato.
En la larga lista que conforman los gobernadores e intendentes oficialistas, los gremios de todo pelo y color, los movimientos sociales y, sobre todo, el cristicamporismo aparece un mantra que se contrapone al “ordenamiento fiscal” que Massa promete y que, con la llegada de Rubinstein, se pretende acelerar. “Con la mía no, Sergio”, es la coincidencia que los une y sobre la que no hay controversias. Una reversión de “la patria es el otro” .
La reunión de la Liga de gobernadores y gobernadoras (Coqui Capitanich dixit en el pie de una foto solo masculina), realizada el viernes en La Plata, corporizó las barreras que el equipo económico debe sortear y en las que ha ido dejando ya algunas cuotas de su ímpetu.
El melifluo y ambiguo apoyo al Gobierno que se manifiesta en el documento de los mandatarios oficialistas no oculta sino que resalta la exigencia de que no se corte el flujo de fondos ni se detengan la obras para las provincias, entre otras manifestaciones y reclamos, al tiempo que se demanda una lucha más eficaz contra la inflación. Todo muy explícito.
La realización del acto en la residencia que ocupa Axel Kicillof y la precisión en algunos puntos del pliego de condiciones que suscribió “la peña de los 13″ revelan tanto el rol protagónico del anfitrión como la decisión de marcarle el territorio a Massa desde adentro y a lo largo y ancho del país.
También, y tal vez más importante, expresa que Cristina Kirchner no es ajena a la fijación de esas restricciones al ministro, al que avala desde el silencio y con el que solo se mostró cuando todavía era presidente de la Cámara de Diputados y no había asumido para manejar la economía. El gobernador bonaerense no es un librepensador del equipo cristinista.
Es un hecho que Kicillof necesita un reaseguro para el envío de los fondos que le dan viabilidad a su gestión y que el equipo de Massa prometió sostener, a pesar de la necesidad de avanzar con “el ordenamiento fiscal”.
El gobernador bonaerense depende de ese flujo vital no solo para mantener la gobernabilidad de la provincia, sino para sostener el futuro político del cristinismo, amenazado en varios frentes, y para mantener vivos sus sueños de ser reelegido.
Kicillof suele decir que la historia provincial le enseñó que los buenos gobernadores son los que hicieron obras públicas. Y para eso necesita fondos de la Nación. En su lista de ejemplos aparecen desde el conservador Manuel Fresco hasta los peronistas Domingo Mercante y Eduardo Duhalde. Mensaje a los que dicen que es dogmático.
Para Kicillof aquellas son misiones irrenunciables. Más aún cuando empieza a instalarse la idea de que “Cristina presidenta” puede ser un eslogan del futuro y no solo un dato histórico. No importa que se trate de un acto destinado a la acumulación de recursos de supervivencia, mientras desde el Poder Judicial se avanza en la demolición de la inocencia de “la jefa”.
El viaje que el lunes próximo emprenderá Massa a Estados Unidos puede resultar decisivo. Aunque allí ya conocen bien a la Argentina y a la actual administración. Deberá llevar algo más que promesas.