El oficialismo necesita sacar la ley que cumple con los pedidos del Fondo Monetario.

Las PASO, el otro rostro de la división en el Gobierno

La dilación del oficialismo en promover la suspensión de las PASO es otro rostro de sus disidencias internas. El peronismo que gobierna tiene trizadas dos de las tres patas de la mesa:

1) No hay liderazgo definido.

2) Pelean por el programa, en particular la agenda económica.

3) Mantiene el dominio territorial, pero con ese activo, igual perdieron las elecciones del año pasado.

La estrategia del peronismo del AMBA arrastró al peronismo del interior, que perdió en 13 de 15 provincias. En este punto hay diferencias de estrategia. En el oficialismo trabajan sobre la hipótesis de que les conviene que Macri sea candidato a presidente, porque les beneficia la polarización.

Creen que la eliminación de las PASO enloquecerá a Juntos por el Cambio porque Macri irá por una candidatura que:

1) Puede aglutinar a todo el PRO.

2) Pero dividirá al frente opositor, porque la UCR y la Coalición no querrán ir detrás de Macri.

Hay diferencias estratégicas en este punto. ¿A quién le conviene las PASO? A una fuerza que quiera mantener la unidad. ¿Le conviene la unidad a toda costa al cristinismo, que todos los días echa nafta a la hoguera contra Alberto y Massa? Esta percepción está detrás de su cambio de posición, que hasta ahora estaba contra la suspensión de las PASO, el proyecto más viejo de la presidencia de los Fernández.

Una prenda de canje por el presupuesto

En la semana en que convivieron en los Estados Unidos el ministro del Interior con los gobernadores del Norte Grande -club en donde hay oficialistas y opositores- se habló mucho de esa suspensión. En el grupo había masa crítica para un acuerdo político en serio, porque estuvieron Wado de Pedro; el presidente de la UCR Gerardo Morales; Gildo Insfrán, presidente del congreso del PJ nacional; y Jorge Capitanich, primus inter pares a escala nacional, y el mejor interlocutor del peronismo del interior con el peronismo del AMBA.

Los peronistas hablaban abiertamente de la oportunidad de suspender las PASO. Morales escuchaba y sostenía el rechazo de su partido. Wado no abrió la boca. Tampoco nadie se acercó a Morales a ofrecerle alguna oportunidad de charlar sobre el tema. En el balance, nadie mostró ánimo como para empujar a los demás a alguna definición.

Quizás hay asuntos más importantes como que les aprueben el presupuesto, para lo cual el concurso de la oposición es clave. Manejan el quórum en Diputados, siendo minoría, y en el Senado sólo avanza lo que se acuerde en paz. El wait and see revela la naturaleza de las PASO como prenda de canje político. ¿El botín? El presupuesto, de cuya aprobación depende el destino político de la última esperanza blanca, que es Sergio Massa en Economía.

Viró el cristinismo, y también Alberto

En diciembre de 2020, los gobernadores del peronismo le habían llevado a Alberto Fernández la idea de la suspensión, con Capitanich y el sanjuanino Sergio Uñac a la cabeza. Fue en una cena en Olivos en la que Wado de Pedro se enteró de esa posición. Se la comunicó a Cristina, que la rechazó. El testimonio fue un mensaje de Máximo Kirchner a Mario Negri para informarlo de que estaban en contra.

La novedad de este año es que el cristinismo ha empezado a apoyar la iniciativa. Sin PASO, le es más fácil a ese sector hacerse fuerte en la provincia de Buenos Aires, en prevención de una derrota en las elecciones del año que viene. Cristina proclama con su hijo que ya es una elección perdida, y pelear por la unidad con el peronismo del resto del país puede parecerles inútil.

El albertismo, que en aquella cena se mostró contra las PASO, ahora ha girado hacia el apoyo. En 2020 Alberto temía quedar porfirizado en una interna para la que no tenía ni patria ni bandera: ni las tiene hoy, pero puede creer que anotarse en unas PASO enderezaría el paso del pato rengo. Después de todo, le va ganando la pulseada a Cristina. El gobierna, ella mira y tuitea.

No mirar Cambiemos con ojos peronistas

La tuerca floja de esta hipótesis es la creencia de que, sin PASO, Juntos por el Cambio va a estallar por el aire. En el oficialismo y en sus comunicadores militantes repiten esta idea como si estuviera escrita en piedra. Implica creer que los dirigentes de la coalición opositora son aficionados que carecen de visión estratégica y de claridad en el objetivo que deben alcanzar, y cómo preservarlo.

La herramienta que más cuidan es la unidad, que hasta ahora les ha permitido aumentar el porcentaje de votos desde 2015, ganando o perdiendo elecciones. Las diferencias y chicanas que cruzan sus dirigentes, en busca de mejores posiciones para las candidaturas de 2023, no llegan a situaciones cismáticas como las que dividen al oficialismo entre AMBA e interior, entre Olivos y el Instituto Patria, entre Cristina-Máximo y Alberto-Massa.

Juntos por el Cambio entiende, como lo hace el oficialismo, que la Argentina es un país de voto estable, que los 42 puntos de la oposición están firmes y que hay que jugar sobre esa lista. Como no gobiernan, el riesgo de perforar el voto es menor; más aún, puede aumentarlo.

En el peronismo también hay un porcentaje parecido que les asegura un piso alentador. Al ser gobierno, están en riesgo mayor de perforarlo hacia abajo, como ocurrió en 2021 cuando perdieron más de 4 millones de votos. Un error común en la Argentina es mirar al no peronismo con ojos de peronismo, y al peronismo con ojos de no peronista.

El error de Macri en 2019

Para resolver estas diferencias de mirada sirve la experiencia. En 2019 Juntos por el Cambio perdió las elecciones por desechar un acercamiento a Massa en la creencia de que no volvería al peronismo formal, y que esta fuerza permanecería dividida. Fue un error estratégico que cifró su destino. Olivos no escuchó a quienes, como Emilio Monzó, promovían un acercamiento a Massa para mejorar el perfil competitivo. Ganó el ala Macri-Peña y así les fue. ¿No ocurriría lo mismo si el peronismo cree que sin PASO la oposición se dividirá?

Estas recetas de promover el daño en el adversario suelen volverse en contra de sus autores. Otra experiencia que permite sacar lecciones: una PASO deja víctimas. Lo sabe el peronismo, que pagó en 2015, con la derrota en la provincia de Buenos Aires, las consecuencias de la confrontación en primarias de Julián Domínguez contra Aníbal Fernández por la candidatura a gobernador. A esos juguetes, como a los plebiscitos, los carga el diablo y los disparan ya se sabe quién.

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