
Metódico como es, delante de unos 15 hombres de negocios, Horacio Rodríguez Larreta le agregó a su discurso dos o tres mensajes que exceden el perfil con que mejor le ha ido en política, el de administrador. Cualquier desprevenido podría haber imaginado esa tarde, la del martes pasado, que quienes lo recibían en el Palacio Duhau, integrantes de la Asociación Empresaria Argentina, querían conocer más que nada el plan económico con que pretende llegar a la presidencia en 2023. Pero no: les interesaba también la interna de Juntos por el Cambio, y hacia ese barro fue, sutil, el jefe de gobierno porteño.
El auditorio lo escuchó durante una hora y media y después hizo preguntas. Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Federico Braun y Jorge Aufiero fueron los más activos. Estaban también Eduardo Elzstain y Cristiano Rattazzi. Conscientes de que el Gobierno se desgasta sin remedio y de que llegará debilitado a la elección del año próximo, los empresarios han empezado últimamente a prestarles más atención a los movimientos de la oposición. Por eso no pareció inocente que, como al pasar, y al referirse a los referentes económicos que trabajan con Juntos por el Cambio, Rodríguez Larreta nombrara a Eduardo Levy Yeyati como colaborador de Gerardo Morales. No estaba hablando del economista, alguien respetado en ese auditorio: buscaba mostrar que incluso el precandidato menos ortodoxo de la coalición opositora y a su vez adversario interno, el gobernador de Jujuy, tiene rumbo de racionalidad económica. Estaba queriendo decir que le tiene fe al acuerdo más difícil.
El tema puede parecer menor, pero involucra su discusión de fondo con Macri. El jefe de gobierno porteño sabe perfectamente que, pasado el desengaño, los empresarios han vuelto a ver al expresidente como una opción real de poder. Y no porque les caiga simpático: suponen que es el tipo de liderazgo que surgirá de la actual polarización y del fracaso del Gobierno. ¿Está, en cambio, el acuerdista Rodríguez Larreta en condiciones de transformar la realidad, como ellos pretenden, aliándose con sectores del peronismo reacios a avalar, por ejemplo, una reforma laboral o previsional?, se preguntan. El alcalde porteño necesita demostrar que sí. Por eso ese martes les recordó que faltaba más de un año y medio para la elección y les propuso bajar el nivel de ansiedad. ¿Quién sabe qué indicadores recibirá el próximo gobierno y cuánto más daño tendrá que soportar la sociedad?, fue su argumento.
Sin hacerlo explícito, intentó además disipar una crítica que le hacen colaboradores de Macri que sueñan con el regreso. Es en realidad un prejuicio: dicen que, como el expresidente ya estuvo en la Casa Rosada e iría en todo caso en busca de revancha, estará exento de las tentaciones de populismo que asaltan a quienes aspiran a llegar por primera vez. “Yo no quiero solamente ser presidente: lo que quiero es ser un buen presidente”, aclaró Rodríguez Larreta.
Hubo también alusiones a las que les faltó agregarles el apellido: Milei. “Es inconcebible que a alguien pueda ocurrírsele prescindir del Banco Central”. ¿Solo pensaba en Milei? ¿O también en Patricia Bullrich, a quien en la ciudad de Buenos Aires cuestionan desde que, en un encuentro de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina, la oyeron hablar de un plan para una “economía bimonetaria”?
Al primero que debe convencer de todo esto el jefe de gobierno es al propio Macri. Hace un mes, cuando le preguntaron en Miami si sería candidato o, en caso negativo, quién prefería que lo fuera, el líder de Pro contestó “Horacio o Patricia”. Pero se trata de dos caminos muy distintos. Y Rodríguez Larreta se preocupa por mostrar que el suyo ya ha tenido éxitos de gestión. En el Palacio Duhau insistió, por ejemplo, en la reforma del Estatuto Docente, el primero en 37 años, que consiguió a través de una negociación sin estridencias con un sector sindical duro.
Los empresarios se limitan a observar. Las circunstancias los han convencido de que estos conflictos son menos infecundos que los del Frente de Todos. Además, ambas internas se mueven con lógica inversa. “A ellos los corren por derecha, nosotros nos corremos por izquierda”, describió un dirigente de buena relación con el Instituto Patria. Ayer, momentos antes del acto que Gerardo Martínez le organizó en Esteban Echeverría, Alberto Fernández dijo a Radio Con Vos que había que convencer al Congreso de subir las retenciones a las exportaciones. ¿Pensó que tres días antes, el martes, Guzmán acababa de decirle a C5N que era una decisión del Presidente no modificarlas? Julián Domínguez, ministro de Agroindustria, saldó ayer al mediodía la discusión con un tuit: “Hablé con @alferdez, @JuanManzurOK y @gabicerru. Desde que asumí, la preocupación del Presidente es el aumento de los alimentos para los argentinos. De ninguna manera se van aumentar las retenciones ni enviar un proyecto de ley”.
Los empresarios deben tomar decisiones de inversión en ese contexto insólito. ¿Con qué Roberto Feletti se encontrarán, por ejemplo, en esta nueva etapa que, desde ayer, cobija al secretario de Comercio en el Ministerio de Economía? ¿Feletti llega a presionar por más retenciones, como venía haciendo en público, o se dejará convencer por Guzmán? “Hablan seguido, más de lo que se cree”, dijeron a la nacion en el Palacio de Hacienda.
Será interesante ver si logran convivir o, de lo contrario, quién convence a quién. Vapuleado por la crisis, el poder de Alberto Fernández se empieza a medir primero por su capacidad para imponerse en su propio espacio. Acordó con el Fondo gracias al apoyo de la oposición. Los mismos que esta semana frenaron su intento de incluir al PAMI en un proyecto que desvelaba a los laboratorios nacionales, el de Compre Argentino. ¿O fue en realidad el rechazo del Instituto Patria? Hace dos jueves, durante la primera discusión en las comisiones de Industria, Presupuesto y Hacienda, diputados oficialistas habían admitido ante referentes de Juntos por el Cambio que Luana Volnovich, directora ejecutiva del instituto, no estaba del todo convencida porque temía que la nueva normativa le demorara compras urgentes. El martes, ya sin siquiera votos propios para aprobarla, dirigentes cercanos a Alberto Fernández terminaron desentendiéndose del proyecto. “El PAMI lo puso, el PAMI lo sacó”, dijo uno de ellos a este diario. Hace dos años, en el mismo ámbito y con los mismos intereses en juego, el Gobierno había aprobado la ley de vacunas, incluida la cláusula anti-Pfizer, con los votos de la oposición.
Estas derrotas exhiben la debilidad del Presidente no solo en el ejercicio de la función, sino dentro del propio espacio. “De Cristina se sabe cuál es su caudal de representación, pero él depende de su gestión, que dentro de la propia fuerza ya está cuestionada”, definió un sindicalista. Sin resultados no habrá modo de atenuar la influencia de “la jefa”.
No es un momento sencillo. La inflación se llevó puesto todo, incluso aquel 80% de imagen positiva que el jefe del Estado llegó a tener durante 2020, en tiempos de pandemia. Es el efecto que pretende evitar Rodríguez Larreta, miembro estelar de aquel trío Cuarentena: que la crisis engendre nuevos liderazgos o, peor, resucite los que parecían superados.