
Anteayer, una insistente versión decía que durante la reunión de Alberto, Cristina y Massa en Olivos, el miércoles a la noche, el Presidente y Massita se fueron a las manos; es decir, se boxearon. Cris, por suerte, no estaba involucrada. Lo del Olivos Boxing Club se sumó al rumor de que Massita le pegó una trompada a Beliz en la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles. Por supuesto, ninguna de las dos historias me parece seria. ¡Lo increíble es que, por el contexto, a quienes las escuchan les resultan creíbles! Acaso eso tenga que ver con la ilusión de muchos de que por fin Massita se haya lanzado a la caza de kirchneristas.
En cambio, sí le doy algún crédito al runrún que circula profusamente en los últimos días sobre una inminente renuncia de Alberto. Mi primera reacción al enterarme fue de escepticismo, porque eso supondría que nuestro hombre es consciente de la crisis machaza que atraviesa el país y, sobre todo, que atraviesa él. ¿El profesor haciéndose cargo de algo, tomando una decisión, allanándole el camino a la vice? Es verdad que Cris y su infantería primero le cortaron los pies, después las piernas y ahora van por la cintura. Es un hecho que ya no quiere ni puede gobernar. Igual, no me cerraba que estuviera por tomarse el buque. Hasta que anteayer vi la conferencia de prensa de Gabriela Cerruti en Casa de Gobierno (¡lo que disfruto las actuaciones de Gaby!). Allí, ante una pregunta, desmintió lo de la renuncia y dijo que el Presidente estaba “en control del país”. Como nadie le pide tanto a la vocera, y como ha llevado la simulación a la categoría de arte, empecé a pensar que la versión tenía asidero. Recorrí el espinel de fuentes –empezando por la de Lola Mora– y todas dicen más o menos lo mismo: sería un milagro que completara el mandato. Me pregunté entonces si el destino puede ser tan cruel: que el profesor tenga que estrenar la lapicera para firmar su despedida.
En realidad, hace bastante tiempo que en los corrillos políticos se viene diciendo que “no termina” y que intenta neutralizar a Cristina con la amenaza de mandarse mudar y de “contar todo”; y repite: “Pero todo, todo, todo”. Jugada riesgosa, porque el país va a quererlo afuera sin demoras para que se largue a hablar. Cobra entonces extraordinaria importancia lo que publicó la semana pasada Santiago Dapelo en LA NACION: Alberto ha comenzado a tomar apuntes para su libro de memorias. ¿Un libro de memorias de alguien tan ligero de memoria? Qué espectáculo, qué goce intelectual. Habría que ir pensando el título. Yo, el profesor, Mis cortos días y largas noches en Olivos, Albertamente, Diario de una temporada en el piso.
Me lo voy a devorar de la primera a la última línea. Estoy ansioso por saber qué dirá, por ejemplo, de sus diálogos antológicos con los líderes del mundo; de la impresión que le causó que Putin no entrara en América Latina, sino en Ucrania; de la atracción fatal por las dotes artísticas de una pintora mendocina; de sus reflexiones junto a la cucha de Dylan. Y, por supuesto, de su atormentada relación con Cristina y de estos atribulados días. Me filtraron algunos de los apuntes que está tomando. Sobre la salida de Martín Guzmán escribió: “Le di toda mi confianza, pero él ya no confiaba en mí. El día en que renunció, yo estaba en la quinta del empresario Fabián de Sousa. Todos me insistían en que me fuera a arreglar ese balurdo, y les fui sincero: ‘¿Y adónde quieren que vaya?’. Me sentía muy confundido. Llamé a algunos economistas grosos para ofrecerles el cargo, con tanta mala suerte que ninguno tenía buena señal y cortaban. Al día siguiente me propusieron a Silvina Batakis. Me sonaba el nombre, pero, la pura verdad, tuve que googlearla. Por suerte, aceptó enseguida. Una audaz, porque después me enteré de que sus conocimientos económicos son bastante rudimentarios. Quizá fue esa audacia la que suscitó entre nosotros tan buena química. En el primer encuentro que tuvimos, en Olivos, le di indicaciones muy precisas: que no tomara ninguna decisión sin antes consultarla. A Cristina”.
Silvina, muy buena onda, me contestó ayer en privado la carta abierta que le escribí el martes. Básicamente me puso que el Batakazo que le pedí ya lo dio: “¿No viste cómo se derrumbó todo? No hay mejor forma de construir que desde los cimientos”. Aproveché para hacerle algunas preguntas rápidas, y sus respuestas me resultaron convincentes. ¿Precios? “Ese fui mi primer éxito: como en estos momentos no hay precios, no están subiendo”. ¿Estampida del dólar? “Yo ya había comprado para el viaje de mi hijo a Londres, así que zafé”. ¿Tiene un plan? “Obvio, pero no quiero estigmatizar ni al Presidente ni a Guzmán”. ¿Qué les dice a quienes sostienen que le falta solvencia técnica? “Que estoy estudiando como loca”.
Cristina, Alberto, Massita. Estamos en buenas manos. Pero nada de pegarse, eh.