Devaluar sin que se note, el dilema del ministro Massa El Gobierno busca administrar los desequilibrios sin ajustar el tipo de cambio oficial, dice el autor de la nota.

Devaluar sin que se note, el dilema del ministro Massa El Gobierno busca administrar los desequilibrios sin ajustar el tipo de cambio oficial, dice el autor de la nota.

Ya quedó atrás la “luna de miel” de Massa y la parte positiva del “dólar soja”, a partir del cual se consiguió que en poco menos de un mes el BCRA pudo redondear compras netas por US$5.000 millones. Ahora empieza un período durante el cual la gestión económica parece encaminarse a hacer equilibrio entre generar nuevos esquemas ad-hoc para incentivar mayor oferta de divisas y seguir ajustando el cepo.

Más allá de los detalles de cada medida cambiaria particular, parece haber un denominador común en ambos casos. El Gobierno busca administrar el desequilibrio cambiario actual sin un ajuste del tipo de cambio oficial. Es más, tampoco parece admisible un desdoblamiento formal del mercado de cambios oficial.

Por el contrario, se elige por desdoblar sin que se note tanto, recurriendo a maniobras contables entre el BCRA y el Tesoro para que el primero pueda pagar algo más a determinadas liquidaciones de divisas (caso dólar soja) o incrementando percepciones impositivas sobre determinadas transacciones que cursen por el mercado de cambios oficial (dólar turista).

Se trata de desdoblar sin desdoblar. A lo Hamlet conflictuado con sus propias opciones en una turbulenta Dinamarca. En otras palabras, la actual administración no puede y no quiere ajustar el esquema de política económica local al ritmo requerido para evitar un ajuste abrupto de la balanza de pagos, ni tampoco quiere convalidar vía ajuste del dólar oficial o desdoblamiento formal, todo o parte de dicho ajuste.

La política oficial parecería apuntar a que un ajuste del tipo de cambio oficial en el actual contexto de expectativas totalmente desancladas y sin ajustes previos o a la par del resto del esquema, sólo conduciría a una mayor aceleración de la inflación, lo que corre el riesgo de seguir adentrándonos en regímenes de mayor ritmo inflacionario.

Pero la alta inflación es mucho más volátil que la inflación moderada, lo cual afecta mucho más la capacidad de los individuos de proyectar el futuro mediato. Pues, al no moverse todos los precios al mismo ritmo, los precios relativos están cambiando significativamente todo el tiempo. En otras palabras, la alta inflación incrementa el riesgo de fundirse por proyectarlos mal. Y cuanto más alta, peor es ese efecto.

Un incremento abrupto del ritmo inflacionario tiene la potencialidad de profundizar aún más el escenario estanflacionario, llevándonos a una recesión con alta inflación. Un combo que seguramente implicaría una dura, tal vez hasta histórica, derrota para el oficialismo en 2023 o, incluso, la ruptura formal de la coalición de gobierno. Consecuentemente, el objetivo pasa por evitar ese escenario.

¿Cuál sería la alternativa al “plan llegar”? Con la falta de credibilidad de la actual administración, un dato irrefutable hasta para sus defensores más feroces, la única forma de anclar expectativas y tener chances de lograr un ajuste ordenado, sería implementar un plan de estabilización bastante duro, dentro del cual el tema cambiario sería sólo una parte.

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